No busco imaginarme una vida a tu lado, ni busco que tú imagines otra a mi lado.
Busco un momento, o quizá miles. Sin ataduras. A no ser que sean para mantenerme cuerda y que no me vuelvas demasiado loca con tu sonrisa.
Incluso, tal vez, esté buscando tu mirada entre las miles que me cruzo cada día.
Quién sabe, quizá sea demasiado tarde para mantenerme cuerda. A estas alturas, las ilusiones son nuestro mayor alimento, o al menos lo son para mí.
Últimamente un chute de ilusión, o incluso uno de incredulidad, mantiene a personas con energía durante todo el día, al menos durante el día...Sí.
Luego llega la noche. Ya sabes, oscura. Solitaria. Perfecta para apartar a un lado la ilusión que te ha mantenido firme durante el largo día y derribarte. O si te ves capaz, proponértelo y simplemente buscar lo que te llena de ilusión de nuevo. En mi caso, me propongo buscarte.
Sí, buscarte porque la noche, en realidad, no me asusta. Para nada.
Será oscura y solitaria, pero detrás de esa oscuridad, estás tú, brillando.
Y detrás de esa soledad, también estás tú, en algún lugar, sonriendo. Viviendo.
Y esa, es la principal razón que me permite abrir los ojos al día siguiente y comenzar de nuevo. Tú, en la oscuridad, buscándome. Buscándonos.
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