jueves, 22 de enero de 2015

Hay una sensación que últimamente ronda por mi vida sin parar.
Imaginad un sitio cerrado, no demasiado grande, pero tampoco demasiado pequeño. Hay tierra por todo el suelo, como si todo el polvo y todas las partículas se hubiesen concentrado en ese suelo, y de repente cae un enorme bloque sobre esa tierra. ¿Qué pasaría? Pues que ese bloque hace que toda la tierra se esparza por el aire, te nublaría la vista y no verías nada porque estaría todo el aire lleno de tierra, y te agobiarías. 
Pues eso pasa en mi interior. Es como si cada vez que apareces, tirases un enorme bloque y todo lo que hay dentro de mí se desordena, despiertas aquello que he conseguido calmar y todo mi interior está nublado por ti, no lo puedo controlar.
Y todavía te sientes orgulloso de eso, porque sabes perfectamente lo que me pasa cuando apareces, y yo sé perfectamente que te gusta desordenar mi calma. Esa calma que me ha costado millones tener.
Pero yo no me siento orgullosa de ello, no me siento nada orgullosa de que llegues con tus aires de prepotente y granuja, con esa sonrisa que intentas esconder pero que termina saliendo y achinándote tus ojos azul océano, y todas mis defensas, así como los muros que he intentado tanto tiempo levantar contra ti, se desmoronen. NO, joder. Porque te da igual que me tiemblen las piernas, te da igual mi sonrisa cansada de no poder contenerse más, y te igual que me muera por tus huesos.
Te da igual porque a ti solo te importas tú. Y a mí, hace tiempo que creo que me importa más verte sonreír que verme sonreír. Y no, no me siento orgullosa de eso. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario