martes, 24 de marzo de 2015

Enamorarse.


Una palabra de 10 letras, inofensiva. Sin embargo, le tememos tanto...
Nadie sabe definirla. Yo diría que muchos de nosotros confundimos sensaciones increíblemente bonitas con enamorarse. Porque ¿sabéis qué? Aunque parezca que todos los matices de enamorarse deben ser buenos y felices, tiene varios de ellos dolorosos, peligrosos...
Yo lo definiría como ''la acción o efecto de perder, literalmente, cabeza y cuerpo, alma y mente, lágrimas y sonrisas por una persona, sin importar si quiera todos y cada uno de los ''defectos'' que caracterizan a tu ladrón de corazones''. Porque sí, un día llega una persona que te hace perder por completo los papeles. Puede que no le des importancia, pero con el tiempo te irás dando cuenta.
Notarás que te falta algo si no escuchas su voz a lo largo del día o si no sabes nada sobre él/ella.
No podrás evitar imaginar su sonrisa, el sonido de su estúpida risa, el brillo de sus ojos, su respiración, e incluso te encantará ese diminuto lunar que tiene debajo de la oreja derecha.
Echarás de menos cada maldito surco de su piel, y cada vez que estás con esa persona es como la primera vez. Sigues notando cada matiz de su voz, esa mirada mientras te cuenta algo que hace que te pierdas completamente en ella, te encantará pegar tu cabeza a su pecho y notar su corazón. 
Y bueno, qué os voy a contar yo....
Tantas cosas buenas e inexplicables tiene, como malas. Porque está esa sensación de vacío cuando lo extrañas con todas tus fuerzas. O esa impotencia cuando sabes que la has cagado y le has hecho daño. Joder, cómo duele hacerte daño. Quema.
Lo peor es que el echar de menos se convierta en necesidad. Ese es ya el siguiente paso. Empiezas a necesitar a esa persona, si no puedes abrazarle, besarle, o simplemente quedarte mirándolo/a mientras no se da cuenta (joder, qué bonito estás...) sientes que se te encogen todos los malditos órganos vitales. Sientes un nudo en el estómago, una presión en el pecho... 
Es que estás a kilómetros y no imaginas cómo consume sentirte cerca y no poder tocarte.
Incluso a veces, el amor te hace olvidarte de ti y pensar solo en él/ella. Qué me importa cómo esté yo, si tú no sonríes... 
Enamorarse, en resumen, es querer lo mejor para otra persona, sabiendo que no es lo mejor para ti.

lunes, 23 de marzo de 2015

Macabra cicatriz la mía.

No había nada tan increíble e indescriptible como las marcas de tus uñas en mi espalda o de tus dientes en mi cuello. Nada comparado a las marcas que dejabas en mi piel, y la enorme cicatriz que dejaste al irte, que hasta me llegó a parecer poco. Había veces que casi no la sentía, y nunca quise dejar de sentirte.
Ya que te fuiste y dejaste otra marca más en mí, podrías haberte parado a limarla un poco. La dejaste descuidada, no te paraste a mirar como quedó....
Y sinceramente, a pesar de todo, siempre hubo una parte de mí a la cual le gustó cómo quedó esa gran cicatriz, porque siempre seguías conmigo, escondido en un rincón...
Me gusta más aún que vuelvas, acaricies mi macabra cicatriz y traigas buenas sensaciones a la vez que te llevas el dolor que me ha estado atormentando estos años.
Tú dedícate a llenarme de marcas, a dejar tu huella en mí a la par que dejas mordiscos, arañazos y besos, que mientras tanto yo me encargo de que el mundo siga girando para ti.
Y después de todo el tiempo que has tardado en aparecer por aquí de nuevo y poner mi mundo patas arriba, queda una situación bastante irónica; porque yo intento que el tiempo se pare, mientras que tú haces que pase más rápido de lo que debería.

Y ahora, quiéreme si te atreves.

miércoles, 11 de marzo de 2015

No sé si es peor que no me creas tú,o que no me crea yo.

Ojalá pudiese cerrar los ojos y dejar de verte como algo más. Quisiera verte como un amigo más, especial, pero uno más al fin y al cabo. Y ojalá pudiese mirarte y que mi mente no invente cosas macabras que hace tiempo que no me acaban sentando bien.
Quisiera poder coger todos esos recuerdos, ya sean físicos o no, y guardarlos en un cajón que no abriré nunca, o al menos hasta que llegara el momento en que tú me pidas, explícitamente, que lo abra. Que lo abra y que recuerde mil noches debajo de las mantas contigo, cada enfado tonto que teníamos y que reventaban mi paciencia pero más tarde no recordaba por culpa de tu manía de provocarme amnesia temporal, o esos mil paseos por calles que veía todos los días, pero sin embargo a tu lado se convertían en caminos llenos de felicidad y cosas en las que nunca me había parado a mirar.
Aunque sinceramente, contigo a mi lado con tu brazo rodeándome, tampoco me paraba demasiado a mirar nada que no fuese tu estúpida media sonrisa que nunca te abandonaba cuando íbamos así por la calle.

Y bueno, sin salirme del lado duro que pretendía mostrarte en este texto, quiero que sepas que aunque dobles cada esquina de cada maldito capítulo que intento leer disimulando que no sé el final, incluso hay momentos que te odio. De una manera u otra, pero lo hago.


P.D: No te subas demasiado, que tampoco me gustaba tanto tu media sonrisa de tío duro e invencible… Ya casi que no me quema por dentro imaginarte.